El capital más grande que tenemos
Existe un recurso no renovable muy importante, uno que es imprescindible que cuidemos porque se agota constantemente. Este recurso es el tiempo, y a pesar de que a cada momento lo estamos midiendo, no podemos detenerlo. En ocasiones ocurre que el tiempo nos persigue, y vamos corriendo contra todo lo que debemos realizar, deberes, trabajo, actividades, fechas límites, un sinfín de situaciones en las que parece que más que tenerlas como una meta son una pesadilla de la cual queremos huir.
Aunque también existe el otro lado, ese lado en el que el tiempo nos arrastra, como si permaneciéramos de pie, estáticos dentro de una burbuja en la que nada cambia y todo lo externo a ella es irrelevante. Las ocasiones en las que pasa el tiempo y al recordarlo es como un cielo nublado, porque no recuerdas claramente lo que ocurría, lo que pensabas, lo que hacías.
En ambas circunstancias derrochamos el tiempo, ese recurso que se nos fue dado sin pedirlo. No podemos ir contra el tiempo, porque este siempre nos ganará y entonces sólo cumpliremos por cumplir, caminaremos por caminar, viviremos por vivir, sin un propósito o meta más grande y con el mero objetivo de seguirle la corriente al mundo. Tampoco podemos dejar que el tiempo se nos escurra sin un por qué o para qué, porque peor es no hacer nada que hacer las cosas mal.
Rompamos los límites, no hay que pelear con el tiempo, hay que hacer amistad con él, dejar ir lo que fue sin agobiarnos por lo que será. Dar lo mejor en cada paso, haciendo crecer lo que tenemos para aprender más, crear más y amar más.