¿Quién tiene la razón?
En el transcurso de nuestras vidas adquirimos conocimiento, aprendemos a diario con los sucesos que se van presentando, buscamos soluciones a los problemas que enfrentamos, vemos nuestros errores y somos capaces de aceptarlos y trabajar en ellos. Nuestro cerebro es tan asombroso que a partir de todos nuestros pensamientos, generamos ideas que nos explican los misterios que nos inquietan.
Sin embargo, las más grandes aportaciones desarrolladas en la historia del Universo han sido gracias a personas que tuvieron más preguntas que respuestas y que en su interés de encontrar las respuestas a sus interrogantes fueron más allá de lo que sabían.
Una de las preguntas más polémicas es la de ¿Dios existe? Para algunos la pregunta es incluso ofensiva porque es una justificación, una mentira, una vía fácil que nos aleja de la verdad y con vehemencia defienden el hecho de que no es posible la existencia de un poder supremo. Pero, ¿no será acaso esta constante e incesante búsqueda por demostrar la inexistencia de Dios, la duda del propio argumento? Decía Jane Austen, “Si empleo tantas horas en convencerme que tengo razón, ¿no será que existe alguna razón por la que temer que estoy equivocada?”
Y entonces, ¿quién tiene la razón? Observando desde lo macroscópico a lo microscópico, descubrimos que cada ser vivo está dispuesto en la Tierra de una forma tan perfecta que si una especie tuviera características diferentes, no se adaptaría a las condiciones de su entorno, si las propiedades del agua no fueran tales como son, no seríamos capaces de aprovecharla y no sobreviviríamos. Ahora es nuestro deber juzgar el “¿quién tiene la razón?”, pero no podemos pensar en un mundo que funciona de una forma tan armoniosa y que haya sido creado por simple aleatoriedad y casualidad. Incluso las ideas y pensamientos que tenemos a diario, no son aleatorios, llegan a nuestra mente por una razón.